Si hay un libro en la historia famoso por su título, ese es Utopía de Tomas Moro. Tan popular se hizo que el título saltó de la portada a los diccionarios, convertida en sustantivo y en adjetivo para definir universalmente y en piedra, algo así como un sueño inalcanzable, una imagen de la perfección que nunca podremos tocar. A la Utopía de Moro le sucede lo mismo que al Quijote, que todo el mundo lo conoce pero casi nadie lo ha leído (Pirineos abajo).
Utopía es una flor renacentista nacida de la semilla de Platón y su República. A comienzos del siglo XVI se están descubriendo los territorios del mundo y se están creando ciudades nuevas. El pensamiento de una renovación social con la posibilidad de construir sociedades mejores, ronda las cabezas de los pensadores de toda Europa.
Este pequeño libro está dividido en dos partes relacionadas pero diferentes. En la Segunda Parte, Moro describe con detalle la Isla de Abraxa, donde Utopo crea la república de Utopía, una sociedad en paz y armonía donde el oro no es un metal precioso ni existe la especulación. Puede que para un ciudadano del siglo XXI la lectura de esta segunda parte, resulte un tanto ingenua, habida cuenta de cómo han devenido las ciudades hasta hoy. Pero no te equivoques, el texto plantea conceptos tan absolutamente actuales hoy como el trueque, el dinero alternativo, la movilidad, la autosuficiencia alimentaria, la democracia real y participativa y un montón de conceptos que hoy son bandera de los movimientos más hipster de Occidente.
Bien, pero dicho todo esto centrémonos en la primera parte para ir buscando las relaciones que este esencial librito tiene con la ciudad de Córdoba. En esta primera parte se narran las interesantes conversaciones que Moro, en un viaje a Amberes, mantiene con un conocido de su amigo y anfitrión Pedro Gilles, y que serán la semilla que más tarde germinaría en La Utopia. Este personaje, quizás real, que habla de utopías y mundos ignotos es un marino de origen peninsular, dicen que portugués, que tiene por nombre Rafael (primer guiño a Córdoba). Rafael es un marino curtido, sabio y experimentado, que acompañó a Americo Vespuccio en tres de sus cuatro viajes por el mundo. Es un outsider extravagante para esa Europa inquisitorial, que habla sin tapujos de sus experiencias viajeras, de política y hasta de filosofía: «los latinos no han dejado nada de importancia en este campo, a excepción de algunas obras de Séneca y Cicerón» (segundo guiño a Córdoba).
Bueno, si has llegado hasta aquí, al menos he conseguido que sepas, más o menos, de qué va este universal librito. Ahora voy a contarte la verdadera e interesante relación que este libro tiene con la ciudad del salmorejo.
Ya desde las primeras ediciones (la primera se publicó en 1516), la Utopía de Tomás Moro circuló por todo el viejo continente escrita en latín en los entornos humanistas. Pero a esta España (tan oscura) no llegó hasta pasado un siglo. El primero que se interesa por el libro y traduce algunos de sus pasajes es Quevedo (mi adorado Quevedo). Este tiene un buen amigo en Córdoba (¿raro verdad?). Es Jerónimo Antonio de Medinilla, en ese momento Corregidor y Justicia de la ciudad. Un personaje interesante, buen guerrero, buen jinete y mejor lector de latín. Por alguna razón que se desconoce, Quevedo pensó que sería un texto útil para los habitantes de Sierra Morena en tiempos de Felipe IV. Así pues encarga a su amigo Jerónimo que traduzca al castellano el libro de Tomas Moro. El libro ve la luz por primera vez en España en 1637 en la imprenta de Salvador Cea, situada en un punto de la calle Libreros (hoy Calle Diario Córdoba) y es la edición que prevalece hasta 1946 en la que se revisa y completa la traducción. Esta edición de la Utopía adquiere pronto mucha popularidad en los ambientes intelectuales españoles y viaja a América donde encuentra su desarrollo práctico. Se convierte en un verdadero «programa político» inspirador de novedosos proyectos sociales como por ejemplo los pueblos-hospitales de Vasco de Quiroga o las Reducciones organizadas por los Jesuitas, que son verdaderas islas de Utopía, y también por cierto, el verdadero motivo de su expulsión de la gran mayoría de las potencias colonizadoras. El objetivo principal de estas misiones jesuíticas fue crear sociedades con los beneficios y cualidades de la sociedad cristiana europea, pero ausente de los vicios y maldades que la caracterizaban. Estas misiones fueron fundadas por los jesuitas en toda la América colonial, sintetizando la visión de otros estudiosos además de Tomás Moro, y constituyen una de las más notables utopías de la historia.
Resulta curioso comprobar como una ciudad que se vanagloria de su cultura, haya podido olvidar hechos históricos como la edición de este capital libro, en sus crónicas y anales. Por más que he rebuscado, no he podido encontrar ninguna alusión a esta edición en los libros y publicaciones de la ciudad, tampoco en la documentación de la Real de las Nobles y las Bellas. No hay calles o plazas en Córdoba que celebren esta envidiable efemérides, y mira que hubiera sido fácil en un callejero saturado de santos del martirio y el dolor, pues a fin de cuentas otro santo es San Tomas Moro. Se ve que la iglesia aun tiene cuentas pendientes con su memoria, y que posiblemente en esta Córdoba tan «gongorrina» los lectores de este libro sean uno… o ninguno.
“Por mucho que yo camine,
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar”
Eduardo Galeano
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