Cuaderno de viaje: Aquisgrán y un regalito

Como sabéis la mayoría de los parroquianos habituales, durante la pasada Feria salí por patas de la tierra, y me largué bien acompañado todo lo lejos que pude, hasta encontrar a un amigo que nos alojó de gorra durante unos días.

En uno de los viajecitos que nos marcamos aquellos días nos acercamos a conocer Aquisgrán, o Aachen, como la llaman los lugareños («Aaaaajen»), y me gustaría compartir con vosotros dos cosas. La primera, que me acordé de la Calleja nada más ver, en la Catedral, los arcos de mármol (¿es mármol? yo es que no sé pa qué me meto) con dovelas blancas y negras. La segunda, que os aseguro que fue lo más bonito que he visto en mucho tiempo, para mis ojos que no están muy acostumbrados a las iglesias en plan bizantino, que siempre me han resultado muy exóticas y… bueno, no sé como decirlo, tienen una armonía especial que no se debería haber roto con añadidos para darle forma de catedral normal y corriente.

Pero no sólo los arcos tenían un sabor familiar (salvando las distancias que hay del medio punto a la herradura). Se me hacía raro estar en un templo contemporáneo de nuestra Mezquita (antes Mezquita), también del siglo VIII. Y los mosaicos que adornaban todos los techos, perdón, las bóvedas, me llevaban al mirhab cordobés, y a las visitas de negocios, política y arte entre Bizancio y Córdoba en el siglo X.

Y tan contento estaba yo con mi película de influencias, cuando salimos a la calle y nos encontramos de golpe con la reproducción en colores y material de los arcos cordobeses, sobre la fachada de la izquierda de la puerta principal.

La visita a Aquisgrán fue corta pero intensa. Y vimos otras cuantas ciudades maravillosas, aunque en ninguna encontré nada que me produjera la misma emoción que entrar en este antiquísimo templo.

Eso sí, en un par de ocasiones vi claras referencias (o a mí me lo parecieron) a ese patrón de colores que buscamos ya por medio mundo. Seguro que algún parroquiano ha visto esta fachada antes que yo, y se ha quedado algo confuso mirándola, como preguntándose: «¿pretendería el tío ese imitar la Mezquita, o es casualidad?». La otra vez que ví clara una referencia, con arco de herradura incluida, fue en una tienda, y por lo que fuera no le hice ninguna foto. Una pena, ahora que estoy de vuelta en casa…

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4 comentarios

  1. Aaaaaaaaaaaaag, sé haberlo visto Puerta, sé haberlo visto y haber tenido esa extraña sensación sin llegar a recapacitar en ella, pero por eso mismo, por no prestarle atención ahora soy incapaz de ubicar exactamente el edificio, aunque tengo una ligera idea. Recuerdo que había otro, en la Markplaatz que tenía un ostentoso arco de herradura como ventanal del salón principal, pero al que lamentable e incomprensiblemente nunca llegué a fotografiar.

    Saludos

  2. Señores, ¡que no!, ¡que no están ustedes alucinando! ¡Que es así! Asumamos de una vez por todas que hace mil años nuestra Córdoba era; fue durante mucho tiempo, la influencia cultural, artística, científica y filosófica del mundo occidental conocido. Lo que se hacía en Córdoba, se imitaba, a todos los niveles, exactamente como las recientes y actuales influencias parisinas, italianas, neoyorkinas o londinenses. Y ahora, que los cordobeses podemos viajar por nuestro nivel cultural y económico, nos estamos dando cuenta descubriéndolas.
    Aquisgrám (o como se diga) fue una de las ciudades más importantes del cristianismo y occidentalismo en la época en la que Córdoba deslumbraba al orbe conocido. Y no es exageración. Empecemos a creer.

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