Antonio del Castillo y Saavedra, pintor, hijo de Agustín y sobrino de Juan del Castillo. Nació en Córdoba el año de 1603, y su padre le enseñó cuanto sabia de su arte; pero después que este falleció, se fue a Sevilla con Josef de Sarabia á perfeccionarse en la escuela de Francisco Zurbarán. Lo consiguió en poco tiempo, porque tenia buenos principios , mucha disposición y talento de pintor.
Restituido a su patria se dedicó con extraordinaria aplicación al dibujo y a la observación de la naturaleza. Salía a temporadas al campo, y diseñaba las cabañas , los bueyes, los carros y todos los instrumentos de agricultura, sin omitir los accidentes y caprichos de la naturaleza, que después pintaba con mucha verdad, y en lo que llegó a ser excelente. Otras veces modelaba en barro figuras académicas por el natural, cabezas y adornos, que servían a los plateros de aquella ciudad para sus obras. Como se había dedicado a trabajarlo todo por el natural, era muy feliz en la semejanza de los retratos, y todos los caballeros pretendían que los retratase, llegando a tal punto la estimación que se hacia de las pinturas de Castillo, que no se tenia en Córdoba por decente la casa en que no hubiese alguna de su mano.
En fin estaba en la posesión de ser el primer pintor de la ciudad, cuando su discípulo Alfaro volvió a ella desde Madrid con las ínfulas, de serlo de Velazquez el primer pintor del rey, cuya circunstancia deslumbró a los ignorantes que le proporcionaron pintar muchas obras públicas y de consideración. Sobre la manía de poner en todas “Alfaro finxit”, ya hemos dicho en su artículo lo que le sucedió con Castillo, que en un cuadro que había pintado, escribió: “Non finxit Alfaro”. No solamente se creía Antonio superior a los pintores de su patria, sino también a los de toda la Andalucía, y para hacer ostentación de su habilidad pasó a Sevilla, en donde estaban los de más fama. Pero aquí le sucedió lo que al otro pintor Francisco Francia en Bolonia , cuando Rafael le envió su santa Cecilia para que la colocase en la iglesia de Monti, que según cuenta Vasari, se murió de pesadumbre a pocos días de haberla recibido , considerando cuanto distaban sus obras del mérito y belleza de aquella tabla.
En efecto entró Castillo en Sevilla muy ufano y satisfecho: le visitaron todos, los profesores y de todos fue muy obsequiado. Después de estos cumplidos principió a ver y examinar sus obras con desden, que no reconoció por mejores que las suyas. Pero habiendo visto los cuadros del claustro chico del convento de S. Francisco, se asombró sobre manera sin poder separarse de ellos, ni creer que fuesen de Murillo; y para confirmación le llevaron a la catedral, en la que le enseñaron los famosos lienzos de S. Leandro y S. Isidoro y el de S. Antonio de Padua, y absorto en tono de entusiasmo exclamó: ¡Ya murió Castillo. ¡Murillo (decía) aquel discípulo servil de mi tío, puede, ser el autor de tanta gracia y hermosura de colorido!»
En fin, apoderado de una suma tristeza, compañera inseparable de la envidia, se volvió á Córdoba, en donde pintó un S. Francisco , queriendo imitar a Murillo; y aunque fue lo mejor que hizo en su vida, le agravó la hipocondría y falleció el año siguiente de 1667 con general sentimiento de toda la ciudad, y particularmente de Pedro Antonio, que fue su discípulo más adelantado.
Como habia djbujado mucho, quedaron muchos diseños de su mano, que tienen los profesores, y yo conservo una buena parte. Los hacia con la pluma muy delgada, y otras veces con cañas: algunos hay de tinta de china, tocados con magisterio y libertad, imitando en otros á Herrera el viejo. Si sus pinturas tuviesen más frescura y suavidad en el colorido, hubiera sido uno de los primeros pintores de España.
Las pinturas que se conservan en la Mezquita son las siguientes:
La Virgen del Rosario, S. Sebastian y S. Roque en una capilla que cae hacia el patio de los Naranjos.
S. Acisclo, figura mayor que el tamaño del natural en un retablo: le pintó en competencia de Cristóbal Vela para el altar mayor.
Dos cuadros grandes en otra capilla cerca del coro, que representan á S. Pelagio oyendo la sentencia de su muerte y su martirio.
Una Concepción en la sala capitular, y las pinturas al fresco de la puerta del Perdón, que representan la asunción de la Virgen, S. Miguel y S. Rafael, S. Pedro y S. Pablo, S. Acisclo y santa Victoria.
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Fuente: Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Artes, Volumen 1
Escrito por Juan Agustín Ceán Bermúdez,Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Año 1800.
10 dibujos de Antonio del Castillo en el Gabinetto Fotográfico de Florencia:
http://www.polomuseale.firenze.it/archiviofotografico/Esito.aspx
EN LA SALA BALCLIS DE BARCELONA.
Subastado por 12.000 euros un cuadro de Antonio del Castillo
Se trata de ´Ecce homo´, un lienzo de un «dramatismo muy barroco».Según la galería, se encuentra en «muy buen estado de conservación».
06/03/2010 CARMEN LOZANO / Diario Córdoba
La sala Balclis de Barcelona subastó el pasado jueves el cuadro del pintor cordobés Antonio del Castillo Saavedra Ecce homo , que fue adjudicado a un coleccionista presente en la sala por 12.000 euros, su precio de salida. Se trata de un óleo sobre lienzo que se encuentra «en muy buen estado de conservación», según Enric Carranco, responsable del departamento de pintura de la sala de subastas catalana. Según los expertos es un Ecce homo especialmente atractivo porque normalmente en este tipo de imágenes aparece solamente Cristo, y en este caso se puede ver a dos soldados que le sostienen la túnica «creando un fondo bastante inquietante», comenta Carranco. Sobre el fondo negro aparece una túnica de color carmesí, un color solo usado por los emperadores, y recrea «una escena que prodría verse como burlesca al vestir de rey a un hombre moribundo con una corona de espinas, un palo que pretende ser un cetro una capa púrpura», que, en este caso está dotado de una seriedad, rigor, fatalismo y dramatismo muy barroco «y muy de Antonio del Castillo», continúa el experto de la Balclis. (…)