Existe una pequeña población enclavada en la actual región francesa de Languedoc, concretamente en la comarca de Albi, no lejos del mítico río Tarn y de la frontera pirenaica franco-española, cuyo nombre nos puede resultar familar. La localidad, en su origen una bastide (ciudad fortificada) fundada en 1222, tiene a bien denominarse Cordes, desde 1993 Cordes-sur-Ciel.
Se podría pensar que es forzada la derivación del topónimo Córdoba al de Cordes, pero existen fundadas razones para llegar a una conclusión en principio tan arriesgada. Para ello debemos revisar, en primer lugar, la historia de una región que durante la mayor parte del medievo presentaba una autonomía sustancial respecto al resto de Francia. La historia de las bastides o ciudades fortificadas de la región se remonta a los siglos XIII y XIV, a raíz del trágico episodio de la represión llevada a cabo por los ejércitos Cruzados contra los Cátaros, herejía que tomó definitivo arraigo en el Languedoc de tal forma que a menudo cátaro y albigense suelen tomarse como términos sinónimos.
Las primeras fundaciones urbanas, verdaderos puntos defensivos cátaros, fueron auspiciadas bajo el dominio de Raymond VII, Conde de Toulouse: Villeneuve-la-Vieille (1212), Cordes (1222), Castelnau-de-Montmiral (1222), Labastide-Rouairoux (1224) y Lisle-sur-Tarn (1229-1230). Estas bastides dan fe de una consciente planificación urbana, adaptada a las pendientes de los más escarpados lugares, escogidos precisamente por su inaccesibilidad y su carácter defensivo natural. En ellas, el señor o noble proporcionaba seguridad, pero también ciudades nuevas o “ciudades libres”, es decir, libres de impuestos, facilitando así la mejora social de sus nuevos pobladores.
Después de la Cruzada el Tarn se recuperó, partícipe de una bonanza económica general, y esto, a su vez, dio lugar a la creación de nuevas bastides: Lisle-sur-Tarn (1229), Villefranche d’Albigeois, fundada en 1239 por el sobrino de Simon de Montfort, St Sulpice (1247), Labessiere-Candeil (1255), Florentin (1260), la bastide de Réalmont (1272), Valence y Cadix (1279), Briatexte (1290), Pampelonne (1290)… A partir de entonces, este fenómeno arquitectónico y urbano se extendió mucho más allá de los confines de la región del Tarn, por todo el suroeste de Francia.
Quedan claras ya de este en este momento las evidentes conexiones toponímicas entre las bastides del Tarn y determinadas ciudades hispanas: Valencia, Cádiz, Pamplona… Córdoba. Alguna web de la localidad francesa da por válida tal vinculación, proponiendo, eso sí, míticas conexiones de carácter un tanto estereotipado:
«Varias hipótesis se han avanzado, pero muy probablemente el nombre fue un préstamo a la ciudad española de Córdoba, de Cordoue (Córdoba en español) que en el siglo XII fue una ciudad de luces, donde el espíritu tolerancia reinó de forma extraordinaria, dando la bienvenida a todas las ideas, todas las ciencias y todas las teologías.
Pero volvamos a Cordes y su historia. Cordes se ha ganado los principios de Córdoba, su hermana mayor, porque desde su fundación entre sus muros conviven personas de diferentes orígenes y, sobre todo, de distintas religiones. Cátaros y católicos viven en buena armonía. Además, cuando llegó el momento de la persecución, los católicos de Cordes demostraron una extraordinaria solidaridad con respecto a sus hermanos mártires (cátaros)».
Pero si aún usted, estimada lectora o lector, no está satisfecha o satisfecho de tan diáfana relación, permítame que le muestre otro certero dato, en esta ocasión de carácter estrictamente filológico que deberá asentar aún más las ya de por sí sólidas relaciones entre nuestras localidades. ‘Cordes’ en francés se traduce por ‘cuerdas’, y a ellas y al calzado en general se dedicaba de forma artesanal buena parte de su población, siendo aún hoy día seña de su identidad. Pero si por algo precisamente ha triunfado Córdoba en la cultura francesa ha sido por sus cueros (cuir) y, como artículos derivados de éstos, por sus calzados. De hecho, en francés antiguo ‘zapatero’ se mencionaba como ‘cordounier’ (de Cordoue, Córdoba), derivando tal término al actual ‘cordonnier’. Así hace referencia un diccionario francés de tal voz:
CORDOUNIER. Cordonnier. Le mot vient de l’ancien français cordouan, cuir et cordouan avait été formé sur Cordoue, ville d’Espagne où le meilleur cuir était fabriqué.
«Ung cordouanier se faisait riche par resverie». (Gargantua).
Sea por la relación homófona de diversas bastides del sur de Francia con determinadas localidades españolas; sea por cierto carácter mítico que los propios lugareños desean conferirle a su villa relacionándola con la no menos mítica ciudad de Córdoba; o sea por una derivación de carácter estrictamente etimológico-semántico, Cordes Sur-Ciel es la petite Córdoba allende los Pirineos.
¡C..ño! Dr. ¡viva la calle Ravé, la hija del taquillero del cine Esperanza y su novio!, porque sin los citados sería imposible deleitarse con los trabajos que presenta. No voy a presumir cuando le cuente a un amigo que tengo (no tiene interne por eso me puedo apuntar el tanto) los vericuetos del presente trabajo. Leche con el aire de Cartagena.
¡¡¡ vaya viajecitos que nos pegamos, eh!!!!!!!!!!!!!!!!!! envidia, envidia pura, destilada y cochina es lo que me pasa por la mente… y yo aquí «a la caló»… ozú, qué mal repartío está el mundo.
Viajesitos, dises????? Lo más lejos que he ido este año ha sido a La Manga, esa catástrofe urbanística perpetrada en tierras murcianas, grasias a mi estancia cartagenera. Bueno, y lejos resido todo el año, pero eso no cuenta. Pa viajesitos los del ‘equipo de redasión’ de La Calleja. Estoy temblando na más pensar en el prósimo viaje de algunos de ellos (v.g. el de Manuel Harazem).
Este ‘viajesito imaginario’ es fruto de una conversación con un vecino mío, natural de Toulouse de padres extremeños emigrados y retornados, que me dejó unas revistas de la zona y me indicó el hecho que relato en este churri-artículo postvacacional. Google hizo el resto. Pero algún día, más tarde o más temprano, haré un viajesito de los de tela marinera de verdad. Espero que sea antes de la jubilación.
Dr. Mabuse entonces tu postal del Cairo de la semana pasada que me enviastes,¿de donde la has sacado?-
Bueno, hombre, bueno… no te pongas «asín»…. yo na más de pensar que eran tuyas la fotos he taladrao con los dientes en entresuelo… en fin, en La Manga tampoco se está mal, aunque ya puestos, yo me iría al Algarve o a algún otro lugar donde el agua no esté como caldito puchero.
Es broma, Jerónimo. Lo que no es broma es lo de La Manga. Me parece aberrante. Hasta allí no iba pagando. Sólo me acerqué un par de días desde Cartagena y me remojé en ese ‘caldito puchero’ que es el Mar Menor, en pueblecitos aún casi vírgenes (v.g. Los Nietos). La contemplación de aquella línea artificial de rascacielos al fondo me provocaban aún más bochorno. En cuanto a las playas portuguesas, qué te voy a contar: su belleza radica en su carácter aún prácticamente virgen y a que, en general, me da la impresión de que nuestros vecinos portugueses aún no saben para qué sirve una playa. Mucho mejor así.
Ya hombre, ya… es que me he matao de la risa con el pronto ese tuyo…. la verdad es que lo mejor está fuera de los circuitos turísticos ¿o no? Verás como ya mismo las fotos son tuyas y nos las restriegas a todos por los morros. No me cabe duda.
La cámara tenía la fecha mal programada. Aquí tenemos niño disfrutando en una playa del Algarve portuguez en julio.
Qué artículo más bonito y q agradable y fresca conversación en torno a él! (lo de bañarse en caldito de puchero me ha encantao y hecho reír) Así da gusto irsse despertando tras una cabezadita en estas calurosas siestas q padecemos.
Pues digo yo, si alguna subvención dieran a quienes después de un viaje sea real o imaginario nos deleitan con una joyita como ésta, no estaría mal empleado ese dinero, no.
Harazem hasta ameniza sus apuntes de viajes con música apropiada y entonces lo flipas tb mientras escuchas la melodía y lees.
Colina, a ver si programamos la cámara bien y no despistamos al personal. jjejeje. precioso el niño >:o]
Las imágenes son muy atractivas Dr.! Lo creo a Vd. capaz de encontrar raíces cordobesas en Kiev. 😉
En ello estoy, Rafael. Mi último ‘hallazgo’ encuentra raíces cordobesas en cierta ciudad, célebre entre las célebres, de la costa oeste de cierto Estado en cuya bandera figura un oso.
Un oso y más animales ¿verdá?
Mabuse, realmente delirante la teoría del francés de la página. Por algo son famosos los hongos de la zona. Un buen trabajo, doctor, de detección de las resonancias míticas de esta ciudad por el mundo. Con dudas me quedo con la que relaciona cuerda con el tema del cuero y éste a su vez con el nombre del artesano del zapato. Ya se sabe que en Córdoba y en verano se trabajó siempre muy bien en cueros.
Bueno, lo de ‘cuir’ está metido un poco con calzador, nunca mejor dicho. Aunque es posible que la derivación no sea tan fantástica. La palabra ‘Cordouanier’ pudo provenir de la síntesis de ‘cuir’, posible origen compartido de la primera sílaba de la referida palabra, y la denominación francesa de la ciudad andaluza. Otra definición de ésta dice lo siguiente: «(…) C’est ainsi que prit naissance la corporation des «cordonniers» dont le nom est une deformation de «cordouanier» designant un artisan qui travaille le cuir de Cordoue.
Depuis cette epoque, le cuir de Cordoue a garde sa reputation(…)», por lo que ‘cuir’ y ‘Cordoue’ son elementos definidores de la antigua palabra francesa. Aunque, a decir verdad, qué te voy a contar. El francés escrito lo ‘entiendo’ por sus analogías con el resto de lenguas romances (fundamentalmente con el andalú de Puerta Nueva). Bastante tengo con ‘pelearme’ con el inglés.
Sea como fuere es interesante constatar la tremenda proyección del cuero de Córdoba (cordobán/guadamecil) especialmente en Francia durante toda la Edad Moderna. Incluso en el resto de Europa. Lástima que en la ciudad no exista un centro museístico o de investigación dedicado a este sector y como oficio, corregidme si no estoy en lo cierto, su presencia es meramente testimonial. En Francia, sin embargo, esta manufactura es aún sinónimo de prestigio para quien la posee y la luce:
http://tf1.lci.fr/infos/jt/0,,3441730,00-transmission-savoir-doreurs-sur-cuir-.html (¡Hasta la casa de Balzac estaba forrada de ellos!).
Doctor, no me refería al nombre de CORDES y su posible vinculación más o menos etimológica con el tema del cuero (lo del cordón de los zapatos, etc.). Lo que disfruto en su delirio es lo de que se llamó Cordes por Córdoba, siudá de toleransia y toreansia desde tiempo inmemorial, fruto de algún erudo local descendiente de alguna de las estirpes de erudos locales cordobeses que desde el paleolítico inferior vienen divirtiendo a la concurrencia.
Lo que es incontrovertible es la etimología de cordonnier (zapatero) que procede directamente del nombre de nuestra ciudad mediante una pequeña alteración por asimilación a la palabra de origen grecolatina-latina corde (cuerda) y cordon (cuerda gruesa)(Cordonnier Dér. de cordoan, cordouan*, suff. -ier*; cordonnier représente une altération due à l’infl. de cordon*. CNRTL
Yo creo que no ha sido nunca suficientemente ponderada esta aportación estrictamente cordobesa al acervo de otra lengua, muy superior por antigüedad y solera a las ya muy internacionalizadas de maniana, siesta, y mosquito en el inglés, amén de mi preferida: la palabra palabra, que en turco dio lugar a la palabra palavra = mentira. Pero ya se sabe… los turcos siempre nos tuvieron manía desde que les mandamos a los piratas cretenses del barrio de Saqunda.
En cuanto al reconocimiento municipal del oficio que llevó el nombre de esta ciudad hasta la galaxia exterior ¿no te parece suficiente que se le dedicara una calle, Batalla de los Cueros? Es que eres un insonrrible, Doctor.